En el mundo del trabajo solemos movernos a un ritmo que no es el más conveniente para cada uno, nos rompe nuestro equilibrio interno. En ocasiones, nos desquiciamos y descarrilamos, razón por la cual se hace necesario que volvamos a conectar con el yo interior para reducir este estrés que nos ahoga.

Aunque no tiene una definición exacta, podríamos entender el lagom como un modo de ver las cosas, una manera de vivir y de actuar. Es la medida justa de las cosas, ni en exceso ni por defecto; eso sí, si algún día nos apetece darnos un atracón, por ejemplo con un larga sesión de nuestra serie favorita, el sentido común nos orientará a reducir el consumo de la misma en el día siguiente. No se trata de una norma que debemos seguir a rajatabla, como podemos comprobar, y que tampoco tiene una medida que consideremos universal, ya que cada uno tiene la suya.

Otro ejemplo típico para aplicar el lagom lo constituye el ejercicio físico. Si no estás habituado a realizarlo es probable que el apuntarte al gimnasio para acudir de 3 a 4 horas semanales, no haga más que hacerte sentir frustrado tras un par de semanas al tener deseos de abandonar, lo que te generará más estrés. Por eso, y siguiendo el sentido del término que introducimos, podrías comenzar abandonado el coche un par de días a la semana para ir caminando al trabajo o comenzar a dar paseos por el parque. Es decir, buscar una graduación en el paso de un estado completamente sedentario al de actividad.

Por otro lado está el sano hábito de parar un par de veces al día nuestra rutina para tomar un pequeño tentempié con compañeros y amigos. A esto se le llama practicar fika. Su objetivo es conectar con nuestro propio yo, despejando la cabeza, yendo más allá de un breve descanso para comer.

En definitiva, se trata de introducir pequeños hábitos que nos hagan tener unos pensamientos más sanos y ordenados; así, repercutiremos positivamente en nuestro equilibrio interior mediante actos que nos ayudan a ser felices y a reducir el estrés.

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